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Equipos Dominadores: Cuando el amarillo del C.D. Bidasoa se tiñó de dorado (1993-1996).

El período dominante del Club Deportivo Bidasoa es la mirada desde la cumbre de un equipo que fue fundado en una servilleta.

Por: Ibai Penella | 06/12/2020 a las 13:11
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Fundado en 1962, en la localidad de Irun (Guipúzcoa) de alrededor de 60.000 habitantes, el equipo vasco recibiría el nombre del río que pasa por la ciudad y municipios colindantes. Su historia pasa por las manos de dos de sus principales protagonistas. Un entrenador que estaría al cargo del primer equipo más de dos décadas, Juantxo Villarreal. Y su presidente y directiva durante la época dorada del club, Beñardo García que junto a otros activos como José Antonio Errazkin comandarían unas batallas en los despachos que traerían a Irun jugadores como Grubic, Bogdan Wenta, Alfred Gíslason u otros jugadores que tarde o temprano, grabarían su nombre en la historia del balonmano.

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Juantxo Villarreal, a la izquierda su segundo, Ivan Sopalovic. Foto: C.D.Bidasoa.

Socio-políticamente Irun necesitaba al Bidasoa y aquel Elgorriaga Bidasoa necesitaba a su masa social, a sus gentes, fue la simbiosis perfecta de una ciudad fronteriza a la cuál la desaparición de las aduanas, le estaba castigando.

Un equipo humilde, duro, que sufría por enfrentarse a los poderosos, a los Teka, Granollers o Barcelona que contaban en sus filas con jugadores de la talla de Talant Dujshebaev, Veselin Vujovic u Oleg Kisselev. Con este buen hacer, escalando, poco a poco el Elgorriaga Bidasoa comenzaba a afrontar aquella campaña, en la cual ganó la Copa Asobal en Moguer, frente al Teka con un determinante Kalarash que llegaría y se iría esa misma temporada. Con un equipo juvenil que se proclamaría campeón en su categoría a nivel nacional y qué cimentaba una base de jugadores locales completísimos.

Era verano de 1994 y corrían otros tiempos, sólo se permitía disponer de tres extranjeros por equipo. A los cuáles había que escoger con mucho mimo, Thomas Svensson, portero que a lo largo de su carrera se consagraría como uno de los mejores de todos los tiempos, fue uno de los pilares del equipo las campañas precursoras a esta y a finales de mercado se suplieron de manera acertadísima las bajas de Lars Olsson y Nedeljko Jovanovic, con dos fuera de serie, Oleg Kisselev, que vendría de Granollers de manera qué a parte de traer un notabilísimo jugador, se debilitaba a un rival directo y Nenad Perunicic, estos tres conformaban un tridente de extranjeros a la altura de muy pocos, a cualquiera de los tres, dentro de un 40x20 habría que tratarles de usted. Estos tres se sumaron a los Iñaki Ordoñez, lateral de oficio, Fernando Bolea, un extremo maño velocísimo que devolvería el club a ASOBAL 20 años después, ya desde los banquillos, Armand Rubiño, otro extremo catalán habilidosísimo, o Aitor Etxaburu, uno de los mejores pivotes del mundo por aquella época. Jugaban siete jugadores cada partido, los mismos siete de siempre, con las rotaciones justas de algunos canteranos para dar respiro a los predilectos de Juantxo Villarreal.

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Thomas Svensson junto a la afición. Foto: C.D.Bidasoa

Los hijos prodigos, los siete fantásticos, en portería Thomas Svensson, a los mandos, Oleg Kisselev, a su izquierda, el mejor cañonero de toda Europa, Nenad Perunicic, y a su derecha, uno de los mejores laterales del panorama nacional Iñaki Ordoñez, entre la defensa colocaban a Aitor Etxaburu, y en los extremos a los ya citados Bolea y Rubiño. Juantxo, el bueno de Juantxo, sabía de las virtudes y defectos de la plantilla, y ante su poca asiduidad a la hora de hacer rotaciones, exprimió físicamente a la plantilla a un nivel superlativo, y así, también con la fortuna de que las lesiones no les cortaran las alas, se llegó a la última jornada de liga ASOBAL recibiendo al Teka en Artaleku. De ganar, Elgorriaga Bidasoa se volvería a proclamar campeón 8 años después de que lo hiciera por primera vez, Irun sentía nervios.

Se acumuló el calendario de manera de que recibian a Teka, jugándose el todo por el todo, y ganaran o perdieran, viajaban a Croacia para enfrentarse al Badel Zagreb, al cuál le sacaban una reta de 10 goles, que sería decisiva en la vuelta de la final de la Copa de Europa.Los irundarras, con Artaleku a rebosar, salieron cómo perros de presa frente al Teka, qué excepto en los primeros compases del partido, se vieron sucumbidos a un tormento azul y amarillo. Acabaron ganando por cuatro tantos, y sí eran campeones de liga, y por supuestísimo que lo celebraron¿Cómo no lo iban a celebrar?. Pero entre vítores y celebraciones, el ambiente en la plaza San Juan, lugar donde se celebró el título doméstico, era extraño, en unos días se jugaban el acceso a la trascendencia. Un ambiente lleno de relato, recurriendo a la épica, la ciudad dormía con un ojo entreabierto, expectante.

Llegaron a Zagreb con la ya mencionada ventaja de 10 goles y enfrente tenían al Badel Zagreb, durísimo equipo, el partido transcurrió de manera abrupta y los croatas intentaron poner todos los cepos posibles al equipo irundarra, que era visto por todos los irundarras mediante una pantalla gigante que se instaló en Artaleku para la ocasión. El clima era el peor posible, Ivan Sopalovic, segundo de Juantxo Villarreal y Nenad Perunicic,”Peru”, tuvieron qué echarse a las espaldas todos los improperios y actitudes que ante ellos manifestaron por la guerra de los Balcanes. Pese a ello aquel día, aquella noche, el Elgorriaga Bidasoa tocó el cielo, tras la avalancha de asientos en el Dom Sportova de Zagreb y la posterior huida, los jugadores y cuerpo técnico, salieron, recibieron el trofeo y pusieron rumbo de vuelta a Irun.

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Beñardo García con la Copa de Europa, detrás Juantxo e integrantes de la plantilla. Foto: C.D. Bidasoa.

En la retina de muchos aficionados queda, aquella campaña, dónde si algo pudo salir bien, salió bien, donde los tonos amarillos del C.D. Bidasoa, se tiñeron de dorado.